El Hospital del trabajador un verdadero Museo de Arte contemporáneo

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 El arte logra que lugares fríos y tristes como los hospitales  se transformen en espacios más humanos y acogedores. Éste se hace presente  en la sociedad y se integra  al mundo hospitalario, dejando testimonio de que esas edificaciones son también lugares de la ciudad que necesitan preocupación y belleza. De ésta forma se les regala a los pacientes y a sus familiares bellas y simples experiencias. Miren la gran gran colección de arte que se encuentra  dentro del Hospital del Trabajador, está convertido en un verdadero museo.

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El antiguo Hospital San José tiene una puerta al fondo, inquietante: comunica por dentro con el Cementerio General. Nos recuerda que, cuando fue construido a fines del siglo XIX, era tan precaria la medicina que muchas enfermedades eran un aviso de muerte. Entonces, los familiares conducían al enfermo al hospital y, en la sala de acceso, en presencia de una imagen de San José, a veces se despedían para siempre.

La medicina dio un salto en el siglo XX y los hospitales perdieron su imagen sombría. Incluso, especialidades como la traumatología, al requerir una prolongada hospitalización, comenzaron a ofrecer clases a los pacientes, de pintura y música, tal como sucedió en nuestro Instituto Traumatológico de Santiago. Ahí se inicia el camino de la rehabilitación, frente a un pasado en que el accidente laboral era sinónimo de cesantía vitalicia y miseria familiar.

El recordado Eugenio Heiremans dio un paso más. Presidente de la Sofofa a los 32 años, tomó una idea del consejero Ladislao Lira -amigo de San Alberto Hurtado-, para crear la Asociación Chilena de Seguridad (ACHS), corporación sin fines de lucro que iniciaría la construcción de un primer Hospital del Trabajador, en Santiago, y luego una serie en regiones. Son las obras que «hacen ciudad»…

Por accidentes del trabajo, o enfermedades derivadas, las permanencias ahí también eran largas y los pacientes padecían un olvido del mundo, como si hubiesen sido desterrados. En 1972 y «para humanizar» sus espacios, Heiremans convocó a un primer concurso de murales artísticos para ser instalados en sus hospitales. En un país enfrentado y convulso, siendo él una figura emblemática de la derecha, el primer lugar lo obtuvo la Brigada Ramona Parra, grupo creado por jóvenes comunistas para apoyar a los candidatos de su sector con obras de arte callejero; José Balmes, Carmen Waugh y él fueron los jurados. Los certámenes siguieron, y hoy las obras ganadoras conforman un patrimonio de arte contemporáneo chileno de alto valor, el que se puede visitar incluso virtualmente.

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La historia de uno espectador sorprendido con el Hospital

Me encontraba tomándole fotos a una escultura de Sergio Castillo en Vicuña Mackenna, esa que se llama “Génesis”, cuando un doctor (era lo que supuse pues se trataba de un señor con cotona blanca) me pregunta porqué me interesa esa obra. Le contesto que soy fanático del trabajo de Castillo y me pregunta si ya conocí las otras obras del artista que están adentro. ¿Adentro de qué? le pregunto. “Adentro del hospital”, me contesta. Claro, yo estaba tomando fotos justo frente a una de las entradas del Hospital del Trabajador pero ni me había preocupado del edificio en cuestión. “Hay mucho arte aquí adentro”, agregó el doctor y me ofreció un pequeño recorrido guiado.

Lo acepté gustoso. No llevaba ni dos minutos en el primer piso del Hospital del Trabajador y ya había visto un mural de Claudio Di Girólamo, dos esculturas más de Castillo, un gigante de Rodolfo Opazo y un mural de la Brigada Ramona Parra. No podía creerlo. Seguí recorriendo sus dependencias y prácticamente cada sala, cada pasillo, cada rincón de este gran hospital tenía espacio para el arte. En el casino, un mural de Samy Benmayor. En la zona de habitaciones para enfermos, esculturas deRoberto Polhammer, Francisa Cerda, Jaime Antúnez, Patricia Vargas y Cecilia Campos. En la oficina de gerencia, un cuadro de Mario Toral. Y del mismo artista, un fantástico mural en la sala de espera de Urgencia. En la sala de espera de Radiografía, un cuadro de José Balmes. En la capilla, tres cuadros de Claudio Di Girólamo. En total, 80 artistas y 116 obras repartidas entre el hospital y sus sucursales de provincia, pero mayoritariamente concentradas en el recinto de Ramón Carnicer 185, inaugurado en 1971 y de propiedad de la Asociación Chilena de Seguridad.

Y tiene razón. No hay otro recinto en Chile que junte tanto arte contemporáneo en un solo lugar. Ni se le ocurra pensar en el MAC: el 100% de su colección está guardada en alguna bodega por razones que sólo el MAC conoce. Por eso, si quiere maravillarse con grandes obras de grandes artistas chilenos, vaya al Hospital del Trabajador. Antes, pase por la estación Baquedano del metro, pues tanto la escultura “El sitio de las cosas” de Pablo Rivera como el gigantesco mural “Vida y trabajo” del Mono González que están ahí son prolongaciones de lo que verá en el centro de salud. Y si le toca cruzar la calle y conocer las oficinas de la ACHS, más toneladas de arte se aparecerán frente a sus ojos. Qué bien. Qué placer. Qué contundente ejemplo de cómo juntar empresa y cultura.

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¿Quién está a cargo hoy de ésta actividad?

Luego del fallecimiento de Heiremans el año 2010 quien estuvo  medio siglo a la cabeza de la institución, la la Fundación Futuro sigue la tradición, a través de murales fotográficos instalados en 40 hospitales públicos seleccionados junto al Ministerio de Salud. Los trabajos corresponden a fotógrafos históricos (como De Agostini, Ladrón de Guevara y Hochhausler); los del presente (Poirot, Paz Errázuriz, Enrique Zamudio, entre otros) y los «futuros», elegidos en un concurso para creadores de 18 a 29 años (Aníbal Barra, Fabián España y Constanza Salazar).

“En el costo de un edificio, un bonito mural no tiene mayor significado. Sin embargo, cambia absolutamente el aspecto de la construcción y le da al trabajador la posibilidad de conocer el arte chileno y estar en un ambiente más agradable, más grato. A raíz de ello, tenemos una colección de pinturas contemporáneas chilenas que también es la más completa”Heiremans

Como dijo una profesional del Hospital Siquiátrico de Recoleta, refiriéndose al aporte que había significado para el establecimiento recibir en su interior una obra de Mario Fonseca, la imagen de un cielo que se instaló ahí, azul y luminoso : «Al verla me relajo». Un paciente, del Roberto del Río, ante los animales fotografiados por Jorge Brantmayer, en parejas, celebraba a los pingüinos; le hacían pensar en la relación padre e hijo. Son imágenes que acompañan.

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Fuente: Por Miguel Laborde, para El Mercurio y livegap