El Lenguaje secreto de los árboles

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Es tan mágica la naturaleza, siguen y siguen apareciendo infinitos descubrimientos sobre ésta. Haciendo una investigación sobre los árboles, descubren nuevos misterios tras estos majestuosos monumentos de la humanidad. Las árboles al igual que nosotros se comunican, lo hacen a través de sus raíces,   llegando a comportarse como una red telefónica subterránea que conecta a todos los árboles y plantas a una sola vía de comunicación, a través de ésta comparten información y se ayudan cuando están en problemas.
Siempre me han encantado los arboles siento una increíble  energía cuando estoy cerca de ellos, es tan real y tan poderosa. Me sorprende cada vez más el misterioso mundo de los árboles, miren esta investigación.

Por René Villanueva Maldonado

Cada vez que caminamos en el bosque o en un sitio donde hay vegetación, nosotros solo percibimos una fracción de la realidad que existe a nuestro alrededor. Vemos a las plantas, pero en realidad solo vemos la mitad de estas, o incluso menos según cada especie. Solo nos damos cuenta de las partes aéreas de la planta, es decir: Tallos, hojas, flores y frutos. Sin embargo no somos capaces de observar el sistema radicular (Raíces) de las plantas, aquella entramada maraña, posee un sorprendente secreto...un sofisticado lenguaje que hasta apenas hace poco empezamos a descifrar y está cambiando radicalmente nuestra forma de ver el mundo…

Hoy en día conocemos alrededor de 292,555 especies de plantas al rededor del mundo, aunque se reconoce que esa cantidad en realidad es mucho mayor, puesto que aún no se han realizado suficientes descripciones ni exploraciones a sitios remotos donde existen un gran número de especies vegetales aún no descubiertas. De toda esta diversidad de plantas, cada una es el resultado de la perpetuación evolutiva de su especie y de su capacidad de adaptación y de dispersión a determinados ambientes, frente a un planeta dinámico que determina una serie de variables que van mucho más allá de la voluntad de los seres vivos.

Para lograr este éxito, las plantas han sofisticado su anatomía y fisiología, en virtud de un alto nivel de interacción ecológica con una gran cantidad de especies que aparentemente no estarían relacionadas, pero con las cuales han estrechado su vínculo al punto que una no sobreviviría sin la otra.

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Uno de estos vínculos es el que existe entre las raíces de la gran mayoría de las plantas y los hongos específicos del suelo que se asocian a estas. Esta compleja relación constituye una simbiosis en la cual las hifas de los hongos desarrollan un sistema parecido a una gran red a través de la cual mediante su interacción, ya sea interna a la raíz, externa, o ambas, dichos hongos funcionan como una extensión del sistema radicular de la planta. En el caso de los árboles en los bosques, dichos sistemas son tan extensos que llegan a comportarse como una red de telefonía subterránea que conecta a todos los árboles y plantas a una sola vía de comunicación.

De este modo, los árboles envían señales específicas por medio de estas redes y estas señales son recibidas por los otros árboles, los cuales decodifican estos mensajes. Un ejemplo de esta función, es cuando un árbol es atacado por una plaga o un herbívoro, este envía la señal a los demás árboles, los cuales desarrollan una barrera química en sus hojas que repele a los atacantes. Esta defensa puede llegar a ser tan tóxica, que se conocen casos de cientos de antílopes muertos simultáneamente debido a este sistema defensivo, o casos donde las plantas repelen de manera eficiente a sus plagas, sin que estas puedan hacer atravesar sus defensas.

Una gran exponente a nivel mundial de este tema es la Dr. Suzanne Simard, quien a través de sus investigaciones en los bosques canadienses, ha descubierto que los árboles de este ecosistema, tienen un sistema jerárquico en el cual los individuos más grandes y viejos del bosque, son un eslabón clave en estas redes de comunicación, y que estos árboles llamados Hubs o Mother trees (árboles madre) tienen una particular asociación «familiar» con los árboles jóvenes del bosque, en particular con sus descendientes directos, con los cuales, el árbol madre intercambiará y cederá parte de sus reservas nutritivas a estos jóvenes árboles para favorecer su desarrollo y establecimiento.

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Si bien, es probable que esta situación sea mucho más específica de bosques boreales de coníferas cuya biodiversidad en términos florísticos es limitada y por lo tanto existen especies de árboles que claramente dominan el paisaje, también supone una estrategia ecológica que podría constituir el primer ejemplo de alta sofisticación social en donde existe un intercambio de servicios y ayuda mutua en aras de mantener la salud general de la población de árboles, lo cual constituye a su vez una fuerte defensa comunal en contra de las plagas y las enfermedades.

En un experimento llevado a cabo por la Dr. Simard a través de la Universidad de Columbia Británica, se le inyectó un compuesto radioactivo a un gran árbol madre, el cual fue seguido y medido durante un tiempo con la ayuda de un contador Geiger. Posteriormente se tomaron muestras de los árboles jóvenes que se encontraban en la vecindad del árbol madre. Para su sorpresa (sobre un hecho que ya sospechaban) el contador Geiger midió niveles considerables de la radioactividad en estos árboles jóvenes, es decir, encontró los mismos isótopos radioactivos que habían sido inyectados en el árbol madre; lo cual demuestra que este árbol compartía sus nutrientes con los jóvenes circundantes.

Otro fascinante experimento llevado a cabo por investigadores de la Universidad de UK, para comprobar estos sistemas de comunicación, no fue llevado a cabo con árboles, sino con Habas, donde a algunas plantas se les estimuló el desarrollo de micorrizas en sus raíces, mientras que a otras se les inhibió.
Como ya es sabido, las plantas se comunican por medio de compuestos orgánicos volátiles o COV (Olores), los cuales viajan por el aire y son recibidos por las plantas vecinas, quienes interpretan el mensaje del COV y por ejemplo, si este fue emitido por una planta atacada por herbivoría, las plantas receptoras crearán una barrera tóxica que repelerá al herbívoro si este se presenta para atacarlas.

Sin embargo, para descartar que los experimentos realizados no fueran influenciados por estos COV, las plantas fueron cubiertas y aisladas con bolsas plásticas que impidieran la circulación de aérea de las defensas volátiles de las plantas. Las plantas que fueron estimuladas con micorrizas, posteriormente fueron sometidas al ataque de Áfidos (Pulgones), las cuales mostraron una asombrosa reacción en defensa cuyo mensaje se transmitió en cadena a todas las plantas que estuvieran en contacto con las raíces micorrizadas.
Mientras que las plantas, no micorrizadas fueron severamente atacadas por las plagas hasta morir.

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Estos experimentos son una prueba más de la complejidad de nuestros ecosistemas y que apenas estamos empezando a comprender que van mucho más allá de un simple asunto de biodiversidad, sino que existen complejas sociedades ecológicas que resultan poseer sistemas de inteligencia altamente sofisticados y que dentro de estos, existen idiomas y lenguajes secretos que apenas estamos empezando a descifrar. Hemos vivido bajo la arrogancia de querer buscar vida inteligente en otros planetas, cuando en realidad no hemos sido lo suficientemente inteligentes para entender la que ya está en nuestro planeta, y que de pronto, parece rebasar nuestras propias capacidades, y nos hace ver que lo que nosotros creemos que es la verdad de nuestro planeta, no es más que una mera interpretación cultural propia de nuestra limitad capacidad para ver y percibir nuestro medio, ya que solamente lo podemos ver a través de los ojos de nuestra especie.

La posibilidad de que las plantas comparten rutinariamente información no es sólo una botánica intrigante, sino que podría ser aprovechado para mejorar la resistencia de los cultivos ante las plagas. Pero eso no es todo. Ahora sabemos que las micorrizas también conectar las plantas que pueden estar muy separadas. El experto en hongos, Paul Stamets, los llamó «el internet natural de la Tierra» en una charla TED del 2008.

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René Villanueva Maldonado
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