La belleza es una busqueda

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       Cuando se le hace una pregunta a alguien sobre qué es la Belleza humana,  según la antropóloga francesa Élisabeth Azoulay,  la gente suele responder con una descripción. Describe a una persona que considera linda, habla de sus rasgos, de sus proporciones, quizás también de sus gestos. Pero para ella la descripción es una mala definición.

¿Qué es belleza entonces? Según Azoulay, no es el resultado que cambia constantemente en función del tiempo de la historia y del espacio, sino “la obligación humana de transformar culturalmente su cuerpo”.

La belleza es una búsqueda que pasa por esa transformación cultural del cuerpo.

 

Lo que aprendimos con este trabajo es que el ser humano expresa en sus rituales de belleza las preguntas existenciales más profundas que se hacen las civilizaciones.

Los tiempos actuales no escapan a esa regla. Cuerpos delgados, rostros lisos, madres e hijas que parecen de una misma generación casi: hoy está claro, ser bello pasa esencialmente por mantenerse delgado y joven. Y para lograrlo, todo o casi todo está permitido, desde el uso de cosméticos, hasta las cirugías, pasando por los tratamientos dermatológicos como inyecciones de botox o acido hialurónico.

Este culto a la juventud dice Azoulay, no es una simple vanidad, sino remonta hacia algunos de los principales desafíos que enfrentan los seres humanos de hoy.

No es que la idea de envejecer haya desaparecido, sino que estamos tratando de retrasarla, porque nadie quiere ser viejo durante 50 años; nadie quiere renunciar a la seducción, a la sexualidad, al ocio, a la vida social, al trabajo.

La belleza siempre ha existido, incluso hace cientos de miles de años. Y en ese tiempo las costumbres en el ámbito de la estética jugaron un rol fundamental: establecieron las bases de la construcción de las sociedades.

Lo que caracteriza al ser humano desde hace mucho tiempo es su capacidad de pensamiento simbólico que permite la construcción de todo tipo de sistemas culturales con el lenguaje, las armas, las herramientas, pero también la belleza. Los artefactos de belleza son muy antiguos, Por ejemplo: se encontraron en las grutas pigmentos minerales que se usaron en soportes blandos en 400 mil A. C. Servían para hacer ornamentos corporales.

También se ha descubierto que la caza no solo servía para conseguir alimentos. Había una predación estética: buscar conchitas, lindas plumas, huesos para esculpirlos. Y más tarde cuando apareció el arte figurativo se encontraron sepulturas con cuerpos enteros pintados en ocre.

Lo fundamental de todo ese trabajo de embellecimiento era mostrar que el hombre no era un animal como los otros.

Aparece una especie de lenguaje que dice que pertenecemos a un grupo preciso y que permite a la vez construirse individualmente. Es un mensaje esencial. La Belleza es una búsqueda de identidad propia y del grupo. El tratamiento cultural del cuerpo tiene como primer objetivo la fabricación de una colectividad y luego el permitir que dentro de esa colectividad uno pueda existir como individuo.

La transformación cultural significó, por lo tanto, fabricar roles femeninos y masculinos, codificar la sexualidad, construir el género a través del cuerpo como si a la diferencia física se le agregara una especie de diferencia cultural.

La antropóloga cuenta que su investigación le revelo, que en todas las civilización existe esta idea de que el cuerpo de la mujer no debe parecerse al del hombre, pero que cada una tiene su manera de diferenciarlos ya sea vendando los pies de las niñas en China, alargando el cuello de las mujeres en Tailandia o con cirugías e intervenciones estéticas en Occidente.

A partir del estudio de historia pasada Azoulay  reflexiona sobre las posibilidades del futuro. Y hace proyecciones. Estas incluyen lo que ella llama “la era del cuerpo aumentado” con hombres que se asemejan cada vez más a las maquinas. Esta nueva potencia del ser humano lleva ineludiblemente a reflexionar sobre la manera en que se relaciona con la naturaleza. Y eso se expresa en gestos de belleza también.

Estamos en un momento en que podemos volver a pensar los cuestionamientos que nos hacemos desde hace miles de años con una libertad que nunca tuvimos en el pasado.

Por Daniela Mohor Revista Ya

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