Si por lujo entenderemos todo aquello que no abunda, entonces el tiempo es el nuevo y mayor de los lujos, tenerlo resulta tan difícil que ha derrocado cualquier otro bien suntuario en el mercado.
Partiendo de esta premisa, todo lo que requiera mayor tiempo en su producción tendrá mayor valor, como lo son los productos nacidos bajo el concepto de sustentabilidad y diseño lento, donde el tiempo que se utiliza en su confección es la principal y más valiosa materia prima y su precio final será en gran parte determinado por el tiempo que fue necesario invertir para realizarlo.
El lujo ha logrado diferenciar a las personas por medio de la ostentación y es acá donde radica el principal cambio en el usuario , el nuevo lujo busca una diferenciación sin ostentación, ya no necesitamos que nos griten la marca en diferentes lugares, ni incrustarnos diamantes para ser parte de esta comunidad, si aprecias los productos por sus valores intrínsecos en materialidad y producción, ya estas dentro, el valor ya no está radicado en la marca, si no en el proceso, tanto creativo como productivo, produciéndose una valorización sustentable.
La prueba de esta revalorización está en la infinidad de negocios que proliferan donde la base es la compra para la posterior reventa de productos artesanales de diferentes partes del mundo, los precios son altos y se aceptan como tales por el proceso manual y único con el que fueron confeccionados, el cliente sabe que lo que tiene es único e irrepetible, está hecho por las manos de una personas que deja el corazón en cada producto y eso es lo que pesa en la decisión de compra.
Es una vuelta a los oficios, el desmedro de la industrialización por la revalorización de tejedoras y artesanos, y no nos puede parecer mejor, contribuir a la economía directa de cada persona por medio de nuestra compra, ser cada vez mas responsable de aquello que consumimos y de aceptar la cadena de valor de un producto, donde ya no solo vale el capital estético sino que debemos exigir un capital ético.
Por todo esto y mucho más, larga vida al “Nuevo lujo”.
Por: Daniela Soto Chevasco