Serenidad «La Mujer y su Mundo»

«Sea como fuere, o eliminamos la felicidad como meta en nuestra vida o estamos perdidos. La felicidad es un regalo escaso de la vida, que a a veces depende de nosotros y a veces no…».

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Las antiguas culturas asociaban la felicidad a un estado que vendría después de la muerte. Al paraíso. Al nirvana. Era una meta casi religiosa y una gran esperanza que teñía el presente.
Un colega asiático me explicaba que, aquí en la tierra, era una bolsa con pepitas de oro que cada uno guarda en su corazón, conscientemente. La bolsita tiene el doble objetivo de hacer la vida en la Tierra más llevadera y de ser una entrada al paraíso.
Cuando él está asustado o triste, cierra los ojos y saca su bolsita con las pepitas de oro. Cada una representa momentos felices de su vida o momentos que lo hicieron un hombre mejor. Las recorre y las recuerda y entonces el presente desaparece por un momento y él en realidad lo que hace es que cuenta sus momentos de felicidad para recordar que son posibles. Luego abre los ojos, da gracias a Dios por tener tantas pepitas de oro en la bolsa, y luego sigue su trabajo con otro ánimo, con más seguridad en sí mismo, con más esperanza en el futuro. Porque habrá más, muchas más pepitas de oro en su saco cuando muera.

Para la mayoría de las culturas antiguas, igual que la nuestra cristiana, no buscaba la felicidad. Si venía, la agradecía como regalo de Dios.
Buscaban la paz interior, buscaban la serenidad. Ese era el estado perfecto. Sin problemas, sin apuros, sin pendientes y sobre todo contentos consigo mismos. Esa es la clave. Danos la paz.
La paz viene no de la acumulación de felicidades, sino del sentir que se está bien consigo mismo. No es la autocomplacencia de sentir que fue tan bueno todo el día. Es el agradecimiento a la vida de los momentos en que él pudo ser un hombre cabal, una persona buena. También de lo que recibió ese día como cariño, satisfacción y reconocimiento.

La serenidad tiene algo de sencillez que no tiene la felicidad.
Sea como fuere, o eliminamos la felicidad como meta en nuestra vida o estamos perdidos. La felicidad es un regalo escaso de la vida, que a a veces depende de nosotros y a veces no.

¿Por qué más bien no buscamos serenidad? La felicidad suele necesitar a otros, la serenidad no, depende más de cada uno, de lo que hace, de cómo vive, de cómo agradece y reconoce lo que tiene, de sueños que quiere cumplir. Todo lentamente, a pesar de la ciudad en que vivimos. » ¿Por qué más bien no buscamos serenidad? La felicidad suele necesitar a otros, la serenidad no».

Por Paula Serra en Revista Ya