Una mujer moderna

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Con una exposición antológica de Inés Puyó, destacada pintora chilena, integrante de la Generación del 28, se inicia este sábado 21 de marzo la Temporada 2015 en la Casa-Museo Santa Rosa de Apoquindo. La muestra “Una mujer moderna” continúa con el ciclo destinado a rescatar la obra de los artistas más connotados de nuestro pasado plástico, y estará abierta al público hasta el 17 de mayo.

Inés Puyó León (1906-1996) fue una mujer excepcional, que rompió moldes y construyó un imaginario como el que pocas veces se ha visto en nuestro medio. La pintora impuso una obra que se relaciona con el expresionismo abstracto norteamericano, donde las formas se desintegran para dar paso a un complejo sistema mental.

“Ser mujer y ser artista a inicios del siglo XX, significaba renunciar a una serie de estereotipos femeninos, subvirtiendo cánones históricos de representación y espacios tradicionales de apropiación simbólica. Desde ese lugar, los repertorios situados de Inés Puyó respondieron a la prolongación de géneros de la pintura, como son las flores y paisajes”, señala la historiadora del arte Gloria Cortés.

Y agrega: “Sin embargo, en nuestra artista, estos géneros se vuelcan a representaciones de espacios íntimos, memorias fragmentadas de la experiencia femenina, del devenir de la modernidad chilena y de la confluencia de estilos que caracterizan la época y que son posibles de observar en esta exposición”.

Las obras que integran la exposición pertenecen al Museo Nacional de Bellas Artes, Pinacoteca de Concepción y Museo de Bellas Artes de Viña del Mar, además de colecciones particulares. Se incluyen además dos retratos de la artista realizados por Henriette Petit y Pablo Vidor, este último parte de la Colección Mac Kellar de Pintura Chilena.

La artista
Inés Puyó estudió en la Escuela de Bellas Artes por dos años, entre 1927 y 1928. Fue discípula de Juan Francisco González y de Ricardo Richón Brunet.

En 1930 fue becada por el Gobierno, junto al grupo de profesores y alumnos de la cerrada Escuela de Bellas Artes, viajó a estudiar a París a la Academia Escandinavia, donde fue discípula de Othon Friez, Henry Varroquier y André Lothe, poscubista y en cuyo taller circularon los artistas latinoamericanos de las primeras décadas del siglo XX, conformando una red de influencias y estilos que se extendieron por todo el continente.

Para Gloria Cortés, “Inés Puyó encierra en sí misma la oposición de la cultura de masas de esa red, la irreverencia simbólica de los espacios masculinos aprehendidos en los talleres europeos, la frontera de la presencia física autorrepresentada, imaginaria o ausente, la identidad forastera de mujeres que renuncian al matrimonio y a la maternidad, y se configuran desde sus propios medios como artistas visuales modernas, independientes y autoconscientes de la experiencia del cuerpo, la percepción y las prácticas femeninas en el ámbito de las artes chilenas”.

Se incluye a Inés Puyó en la Generación del 28, grupo que postulaba la supremacía de los valores plásticos sobre cualquier otro elemento subjetivo, incorporando la renovación vanguardista en el arte nacional, con una pasión visionaria para su época.

Inés Puyó ofreció su residencia a los artistas que perdieron sus talleres en el tercer piso de la Escuela de Bellas Artes, cuando ésta se incendió en el año 1969. Entre los pintores estaban Carlos Pedraza, Héctor Banderas, Aída Poblete, los escultores Julio Antonio Vásquez, María Fuentealba, entre otros, convirtiendo así su casona, ubicada en Monjitas 619, en un centro artístico singular.

En 1983 fue incorporada como Miembro de Número de la Academia Chilena de Bellas Artes, y en 1984 recibió la condecoración al mérito docente y cultural Gabriela Mistral.