Bailarina

Sonia Gómez se prepara en casa. En una habitación vacía y también en una sala de ensayo, la coreógrafa española busca, en un espacio inesperado sin los artificios de la luces y un suelo especial, crear un espectáculo íntimo donde las dualidades entre audiencia e intérprete, y el cuerpo y la performatividad se encuentren y confluyen.

Captura-de-pantalla-2017-06-09-a-las-5.11.17-p.m.

En Bailarina, el movimiento es el protagonista absoluto de todo y toda acción y voluntad giran en torno al deseo de moverse.

La pieza, un solo de danza para un público pequeño, está pensada para ser bailada en espacios que transmitan placer y empatía al intérprete y el espectador.

En esta nueva muestra de su pieza en NAVE, la artista vuelve a retomar los pasos que llevaron a la creación de la obra en sus orígenes. Bailarina nace del prefijo auto, de la investigación en el movimiento y de algunas reglas para el intérprete.

Este primer concepto “auto” se define como una postura que reivindica la posibilidad de realizar un proyecto pese a sus circunstancias; la investigación del movimiento construye el cuerpo como materia dramatúrgica, intuitiva, semiinconsciente, post-algo; y por último, las reglas se rigen de lo que gusta y asusta, en lo que sabemos hacer sin la ayuda de otros, en ajustarse en lo realmente necesario, en optimizar los recursos y el empleo del tiempo y dejar que las ideas fluyan en el entrenar e investigar de cada día.

Bailarina apela a la honestidad y a la sinceridad, pretende encontrar el tipo de actuación (movimiento, palabra, acción, etc.) que lo lleva a un estado que deja estar y al espectador mirar. La Bailarina es una pieza ideal, como un traje hecho a medida donde la presencia del público no afecta al intérprete.

La interpretación en escena, el espectáculo mismo y el rol del público convergen para dar vida a Bailarina. En esta pieza, vemos como la representación y la naturalidad chocan para mostrar su poder de la manera más sencilla y honesta posible para dejar fluir la belleza, la ironía, la agudeza, la frescura y la profundidad del movimiento.

Binarios como la intimidad y la hospitalidad, la sutileza del intérprete y la proximidad hacia el público forman esta coreografía con 8 pautas de movimiento abstracto dentro de una secuencia que se repite 6 veces y varía dependiendo de la repetición.

Como ha vaticinado el ciclo Prácticas Para Estar Juntas, el humor nuevamente se vuelve protagonista y en este caso son las tonterías ejecutadas con seriedad, de manera poco solamente, creativo, artificial, bello, original y divertido lo que dan vida a Bailarina, un solo donde el espectador y el intérprete se encuentran en un mismo plano, enfrentados a una pieza que se manifiesta en 360º y que hace del público un ente participativo.