Bill Viola el artista de las emociones en el Guggenheim de Bilbao

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El videoartista Bill Viola disecciona el alma humana en el Guggenheim de Bilbao

El museo dedica una gran retrospectiva a este artista estadounidense con motivo del 20 aniversario de su inauguración. Repasa sus más de 40 años de trayectoria, desde sus primeras cintas monocanal elaboradas en los setenta hasta las instalaciones monumentales desarrolladas a partir del nuevo milenio. Viola (Nueva York, 1941) está considerado como una de las figuras esenciales del videoarte, disciplina con la que ha explorado temas tan universales como la vida y la muerte.

Toda su producción gira alrededor de la conciencia y experiencias humanas. Interesado en el misticismo, la poesía y las filosofías, tanto de oriente como de occidente muestra un fuerte  contenido poético en el que trata a conciencia cuestiones fundamentales de la experiencia de la vida, oscilando dualmente entre la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, la acción y la calma, la fuerza y la tranquilidad.

Viola asume que las emociones «son clave en muchos aspectos de la vida» y ha dedicado toda su vida a explorar a través de sus video instalaciones temas tan universales como la vida, la muerte, el significado de nuestra existencia y la relación entre el tiempo y el espacio.

Viola decidió  utilizar las posibilidades técnicas que le ofrecía el vídeo para hablar de los temas que como ser humano le inquietaban: el misticismo, la poesía y las filosofías occidentales y orientales. Su poesía visual o pintura en movimiento, como queramos llamarle, no ha hecho más que perfeccionarse y sofisticarse con el paso de los años pero sus inquietudes como persona y artista están presentes desde aquellos primeros experimentos como Cuatro canciones (Four Songs, 1976) o El estanque reflejante (The Reflecting Pool, 1977-79).

Dice Bill Viola (Nueva York, 1951) que la creatividad «no es propiedad de los artistas, es un elemento básico del carácter humano, no importa la cultura en que se encuentre, donde estés en la Tierra o en la historia». Quizás por esta razón, porque reconoce el carácter innato de lo creativo en cada ser humano, su impactante obra audiovisual conecta de forma tan directa con todo tipo de espectadores en cualquier rincón del mundo.

La naturaleza como reflejo del alma

En Chott el-Djerid (1979) un paisaje desértico de condiciones extremas, una captación sensible de la realidad exterior como la mejor representación de estados mentales interiores. La obra como vehículo de preocupaciones que invitan al espectador a una búsqueda de su vida interior y a repensar sus relaciones con el ambiente que lo circunda.

Como expresa el mismo artista “El paisaje puede existir como una reflexión sobre las paredes internas de la mente o como una proyección de un estado interior sobre el exterior. Los espacios abiertos y llanos se prestan a un monitoreo más claro del mundo interior subjetivo. Los espacios urbanos contemporáneos hablan incesantemente… removiendo las sugerencias del exterior, las voces de los estados internos se vuelven más intensas y claras”

Bill Viola nos hace visible la esencia de las cosas, para ello desacelera el tiempo, en ocasiones hasta el extremo, mostrándonos acciones ralentizadas, en bucles continuos. O con proyecciones simultáneas perfectamente sincronizadas, donde el espectador es totalmente libre en la lectura.

El diálogo del individuo con su entorno y la conciencia de vida

En Slowly Turning Narrative (1992) una video instalación donde la imagen atrapada del rostro de un hombre se confronta con la imagen reflejada de lo cotidiano y viceversa. El individuo no puede conectarse con la realidad, ensimismado como está en el proyecto de su construcción personal.

 “Los seres humanos son criaturas increíbles. Podemos entender cosas de formas múltiples, entendemos que nuestras vidas son cortas, a veces demasiado”, reflexionaba el artista “una suerte de viaje a través de la vida con el conocimiento de que no somos eternos”. “La humanidad se compone de tres vertientes: los que están por nacer, los que nos han dejado, ambos eternos, y los que estamos como suspendidos entre los dos, los vivos.” “El tiempo es lo que hace posible mi vida”

Su obra es reflejo de todas sus inquietudes. Bill Viola dejó de temer la muerte a los seis años, cuando casi murió ahogado al caer a un lago. Lejos de un trauma, guarda de aquella experiencia un recuerdo de belleza absoluta bajo el agua, en estado de levitación. Este encuentra así su eco en muchas de sus creaciones, como en su último trabajo, The Dreamers (2013)

De esta forma Bill Viola consigue  dar a luz un viaje a través de la ideas, de los cuestionamientos de la vida, generando espacios practicados donde los espectadores pueden estar interactuando con la obra a nivel emocional, apelando a la sofisticación de lo tecnológico y movilizando intensamente los sentidos.

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Fuente 20minutos