Documental «Pina» (Win Wenders)

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Pina es un Homenaje de Wim Wenders a la coreógrafa Pina Bausch, uno de los iconos de la danza contemporáneo.

A lo largo del filme se representan algunas de las piezas más importantes de la compañía Tanztheater de Wuppertal, dirigida por Pina desde 1973, entre ellas, ‘Café Müller’ (1978), ‘Kontakthof’ (1978), ‘Das Frühlingsopfer’ (1975) y ‘Vollmond’ (2006). 
El resultado es Pina, cien minutos de un emotivo viaje visual y sensorial, que fue estreno y aplaudido en el último Festival de Cine de Berlín.

El realizador alemán Win Wenders creador del documental Pina reconoció que pensaba hacer una película cuando la famosa coreógrafa estaba aún viva, pero tras su fallecimiento decidió hacerla «para ella».

Wenders llevaba muchos años dando vueltas a la idea de realizar un documental sobre los trabajos de  Pina Bausch, desde que pudo ver algunas de sus obras en Venecia, hace ya 20 años. Sin embargo no surgió un proyecto hasta ahora, ya que el realizador dudaba del resultado final.

Como una «profunda reverencia a la belleza que Bausch entregó al mundo«, definió Win Wenders el documental,  antes de comenzar su producción.

Lejos ya sus miradas de «Las alas del deseo» o su camino hasta «París, Texas», el alemán Wim Wenders gira hacia los lentes estereoscópicos en «Pina», documental sobre la célebre coreógrafa , que represento a Alemania en los Oscar y en el que demuestra que «el 3D nació para la danza».

«Hasta que llegó el 3D,  hiciera lo que hiciera con mi cámara, nunca podía romper esa pared invisible que había entre lo que yo veía en el escenario con mis ojos y lo que luego acababa viéndose en pantalla. Algo siempre se perdía. Y la danza saca, a su vez, lo mejor del 3D», explica a EFE Wenders.

 La intención de Wenders con el 3-D era que el espectador se sintiera como si estuviera viendo el espectáculo desde la mejor posición del patio de butacas y que fuera una experiencia única. De esa forma las coreografías adquieren un poder visual y una plasticidad en la pantalla deslumbrantes. 

El avance de la tecnología daba luz verde al proyecto. Pero la luz roja llegaba años después, cuando Pina Bausch falleció el 30 de junio de 2009. «Pina y yo queríamos hacer esta película juntos y soñamos con ello durante veinte años. Justo cuando estábamos a punto de conseguirlo, Pina murió e inmediatamente cancelé el proyecto. ¡No tenía sentido hacerlo sin ella!», confiesa Wenders.

«Sólo después de un tiempo me di cuenta de que había muchos motivos para seguir adelante con el proyecto. No podíamos hacer una película con Pina, pero sí para Pina», explica un realizador que cuela de manera sigilosa y privilegiada la cámara en coreografías tan célebres como «Café Müller» o «Kontakthof«.

Los bailarines de la  compañía de danza teatro Pina Bausch, en Wuppertal, con quien Wenders firmó un contrato antes de comenzar a rodar, también se muestran aliviados pues la tecnología permitirá preservar las coreografías de una de las precursoras de la llamada “danza teatro”

Para armar este homenaje audiovisual, el director hizo que los bailarines se expresaran con la misma técnica que les había enseñado su maestra: durante la grabación, les iba haciendo preguntas y ellos respondían con movimientos y gestos, sin palabras. Junto a ese registro, el realizador sumó material de archivo.

«Es una difícil tarea llevar a la pantalla el trabajo de Pina, pero ha sido para nosotros una fortuna que alguien como Wim Wenders se encargara del proyecto“ explica el asesor artístico y ex bailarín francés, Dominique Mercy, quien dirige la compañía junto con el alemán Robert Sturm, quien fue asistente artístico de Pina Bausch durante diez años.

No es la primera vez que Wenders pliega el cine a otras artes. Es más, acostumbra a establecer vínculos entre ellas: la fotografía y la pintura inundaban «París, Texas», contó con Bono para «Million Dollar Hotel» y se sumergió en el mundo de la música cubana en «Buena Vista Social Club».

«Todas las artes están relacionadas y nos ayudan a entender lo que vivimos y cómo podemos vivirlo. Pero mientras la pintura y la fotografía están dirigidas a la vista, y de allí a la mente y la emoción, la música y la danza van directamente al cuerpo», asegura.

Así, aunque Wenders al principio consideraba la danza como un arte menor, «como una especie de placer ascético con el que no podía empatizar». Eso cambió la primera vez que se enfrentó al arte de Pina Bausch, a sus cuerpos imperfectos, a sus movimientos más expresivos que técnicamente apabullantes.

«Su trabajo fue una especie de revelación pura para mí, de belleza nunca vista, de emociones nunca sentidas y me sentí obligado a trasladarlas al público«, relata el director.

«Hasta entonces yo me consideraba, como tantos otros directores de cine, un experto en el lenguaje del cuerpo», asegura, pero descubrió con Bausch «cuán refinada era su gramática corporal, cómo de detallado era su vocabulario. Me di cuenta de que los directores de cine somos analfabetos en comparación con ella», explica.

Es por eso que Wenders hace también un trabajo de humildad en «Pina». «Para realizar la película tal como estaba en mi mente tenía que dar un paso atrás, para no estar entre la audiencia y Pina. Es una de las mejores razones para hacer un documental: amas tanto algo que quieres compartirlo con tanta gente como sea posible».

«No creo que el concepto de ‘verdad’ tenga que ver con ser documental o ficción. Donde no lo encuentro es en los ‘remakes’ o en las secuelas. Hay tantas películas basadas en fórmulas hoy en día, que por definición lo verdadero se escapa de su receta. Solo si tienes algo que decir acabará siendo verdadero y creíble», concluye.

Pina Bausch murió antes de ver terminada la cinta, a los 68 años, cuando le fue diagnosticado un cáncer, pero su legado ha quedado así para siempre plasmado en una película hermosa y mágica, de una intensidad poética arrolladora. El amor, la soledad, el miedo y la lucha de sexo fueron algunos de los temas principales sobre los que Pina basó unas coreografías que comenzaron a conocerse como «teatro- danza», en las que no solo se bailaba, sino que se expresaban los sentimientos más descarnados a través de la actuación.

Su compañía de danza Tanztheater de Wuppertal (en el oeste de Alemania), desde la que renovó la danza moderna con sus creaciones, reúne a bailarines de casi una veintena de naciones y ha recorrido todo el mundo.

Bausch desarrolló un nuevo teatro a partir de la danza, el lenguaje y la música: el «Tanztheater» (teatro-danza), una noción que fue asumida después en los escenarios de todo el mundo. En este teatro, los actores no sólo bailan, sino que ríen, lloran, gritan, cuentan chistes o hacen preguntas.

La coreógrafa, que revolucionó el lenguaje de la danza moderna, fue aclamada internacionalmente y su muerte provocó consternación en la vida cultural en el mundo entero. “Pina Bausch fue una revelación que siempre me inspiró, nuestra amistad fue muy intensa, fue una mujer muy femenina y sensual”, dijo el cineasta español Pedro Almodóvar, tras su muerte. Pina Bausch aparece bailando en una escena de la película “Hable con ella” del cineasta español.

 

 

“Ninguno había podido despedirse o darle las gracias. Pina desapareció de sopetón de nuestras vidas. La película nos dio una oportunidad de hacer las paces con su muerte”, declaró Wenders.