«La Ruptura» de Norton Maza

En El rapto, se mezclan elementos del imaginario medieval con otros de la cultura de masas, de las multinacionales, iconografía bélica o temas de actualidad política. En palabras del propio artista la obra es, por un lado, una cita «a la pintura celestial de nave», que en contrapunto a la figura femenina bajo ella, da cuenta de las contradicciones ideológicas del presente. «Es el rebelde que se contradice todo el tiempo, que es ‘abducido’ en cierta forma por la sociedad de consumo y que finalmente termina siendo un estereotipo de la misma», dice Maza.

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La instalación se compone de una gran estructura central, en la que se mezclan elementos de la cultura de masas y citas al imaginario medieval. «Quizás sorprenda ver una obra que recuerda a un tipo de pintura de otra época, sobre una bóveda, con una estética también anacrónica, para introducir preocupaciones que ocurren en la actualidad. Es decir; arte contemporáneo en un soporte medieval. Los artistas siempre han actualizado, incluyendo personajes, vestimentas, arquitecturas o elementos de su época para ilustrar episodios escritos en la antigüedad. Maza está ilustrando un rapto». Dice el curador Juan José Santos sobre la obra.

Al ingresar a la sala el espectador enfrenta un efecto que busca provocar desde un principio: un haz de luz emerge desde la gran bóveda, bajo la que se aprecia una escultura policromada sobre una llama de bronce, la figura de una joven encapuchada, vestida con conocidas marcas, que al parecer estar siendo abducida por la luz. Al respecto dice el curador: «Pienso en el protagonismo de la luz en el arte medieval. En la arquitectura gótica, como metáfora de la presencia divina». Esta figura femenina «aparece sin rostro en una maniobra contradictoria: se tapa su cara, pierde su identidad, para que cualquiera se pueda identificar con ella», de acuerdo a José Santos.

En total, al artista y a su equipo, integrado por carpinteros, escenógrafos e iluminadores, les tomó cerca de un año de trabajo llevar a cabo todas las piezas y la pintura que conforman la obra. Con una ambientación en colores oscuros y uso de retroiluminación para agudizar las impresiones del visitante, la instalación requirió veinte cornamusas en forma de gárgolas que el artista optó por usar como anclajes

De acuerdo a Juan José Santos, la bóveda suspendida funciona a modo de un Ovni en el que es posible rastrear los ecos de obras como El éxtasis de Santa Teresa (1647-1651, Gian Lorenzo Bernini) o de escenas de El Bosco, pero también de películas ícono del imaginario pop, como La guerra de las galaxias. La estructura es también un recordatorio: «la catástrofe permanente nos acompaña: pende sobre nosotros».