Los Palafitos de Chiloé se renuevan para acogerte en bellos hoteles y cafés

Este año en mi ruta sureña hice una pincelada por Chiloé, fui  a ver a unos primos que viven ahí, y me encontré muchas cosas cambiadas de cuando estuve ahí hace más de 10 años. Uno de los que más me sorprendieron fue la restauración de  sus clásicos Palafitos,  conjunto de rusticas casas construidas en pilares de maderas sobre el mar.  Pequeños emprendimientos han transformado estas   «casas de mar»  en acogedores hoteles boutique, restaurantes y cafés, para recibir a sus turistas y hacerles vivir una experiencia aún más chilota. Algunas siguen siendo casas de pescadores, y son igual de bellas coloridas y rusticas que las restauradas.
Al caminar entre  estas pequeñas casas de tejuela de alerce pintadas de colores, la calle se  transforma en un verdadero arco iris, una maravilla. Increíble como se está restaurando el gran patrimonio que tiene ésta isla, y como se está incentivando el turismo. Amo viajar por Chile.

Estos Palafitos son los de los alrededores de   Castro,  también hay Ancud, Quemchi y Chonchi y otros  puertos.

Algunos palafitos donde alojar: Palafito 1326  Palafito del mar Palafito Verde  Palafito Azul 

Algo de Historia de los Palafitos

“Vivir los palafitos es vivir el Chiloé de verdad”, cuentan los chilotes. Porque lo que se ve al ingresar a la ciudad de Castro, en la Provincia de Chiloé, Región de Los Lagos, es retroceder en el tiempo hasta los pueblos originarios, a los nómades del mar, a la cultura Huilliche, a una forma de vivir de quienes se instalaron en el bordemar con esa condición anfibia de tierra-mar.
Sólo basta con mirar las casas de madera con tejuelas de alerce que se emplazan sobre un muelle con gruesos pilotes en la calle Pedro Montt, en la entrada de la ciudad; o pasear por la calle Ernesto Riquelme, en el barrio Gamboa, para darse cuenta de que aquí hay un patrimonio vivo que interactúa con su entorno y que hoy es posible experimentarlo.
Los Palafitos son las clásicas construcciones de las zonas costeras de Chiloé. Son casas de madera y tejuelas de alerce que se emplazan sobre un muelle con gruesos pilotes. Constan de dos frentes, uno hacia la calle, con la que se comunica a través de un puente, y otro hacia el canal, que posee una terraza superior que cumple la función de un patio y un nivel inferior que se utiliza para los trabajos de pesca, de acuerdo a las horas de marea. Es allí donde se amarran los botes que acompañan a los isleños en su salida para buscar mariscos y peces.
Imperdible resulta alojar en alguno de los cuatro palafitos remodelados (ver atracciones palafitos),  y redescubrir un Chiloé que recién en 1826 se incorporó a la República de Chile. Tiempos en que no existía el canal de Panamá. Los barcos estaban obligados a pasar por el Cabo de Hornos y el primer puerto después de Punta Arenas era el de Chiloé.
La respuesta natural de los isleños fue construir al final de la calle Lillo (cerca de la hoy Feria Artesanal), frente al mar, grandes casas sobre pilotes para recibir este auge comercial proveniente del sur. Una manzana completa de terrazas con grandes casonas. La arquitectura era clásica y armónica en su relación con el mar y la tierra. La marea entraba cada seis horas y luego se retiraba, dejando al desnudo los pilotes.
Más allá de su atractivo, los coloridos palafitos son para los pobladores un cómodo hogar cerca de la costa, seguro y sin humedad, el lugar ideal para los que viven en torno al mar.